Intervención del presidente del PPC Alejandro Fernández en el debate sobre amnistía

Una de las características del proceso separatista ha sido la imposición de un lenguaje y una terminología que podríamos clasificar de realismo-mágico-populista. Ese realismo-mágico-populista les lleva a decir que Cataluña es una colonia con derecho a la autodeterminación o decir que España es una dictadura que tiene presos políticos y represión. Por cierto, curiosa manera de ser empáticos referirse así a España.

 

En cualquier caso, la realidad es lo de menos. Es evidente que si en España hubiese represión y presos políticos hubiésemos sido fulminantemente expulsados de la Unión Europea, pero ese detalle menor nunca les ha desanimado porque lo importante es que la magia fluya. Y así llevan ustedes ocho años.

 

Ahora le toca a la cuestión de la amnistía y aplican exactamente el mismo populismo que con el tema de la represión o de los presos. El populismo es extraordinariamente cómodo porque no exige pensar ni razonar. Es como el populismo de los que dicen que esto se arreglaría ilegalizando a todo el mundo sin orden judicial.

 

Pensar y razonar es más incómodo, hay que esforzarse, poner los codos y a corto plazo, efectivamente, no suele generar réditos políticos. A mí nunca me ha importado. Yo voy a intentar razonar y sé que hacerlo con ustedes es como hacerlo con una pared, pero no me dirijo tanto a ustedes sino a esa gente cualquiera, que ahora mismo nos está escuchando, que quiera razonar, aunque no comparta todo lo que diré a continuación.

 

El denominado Derecho de Gracia tiene dos modalidades: el indulto y la amnistía. La etimología ya señala la diferencia entre ambas. Amnistía viene de la raíz griega ‘amnesia’ efectivamente, extingue por completo la pena. La amnistía no cabe en nuestro ordenamiento jurídico y como señala el gran jurista, Enrique Gimbernat, puede considerarse inconstitucional en la medida que nuestra Constitución no solo no la nombra explícitamente, sino que prohíbe explícitamente los indultos generales de modo que descarta, lógicamente, las medidas más generales que estos.

 

Las amnistías, cuando sí proceden, que no es el caso, se orientan fundamentalmente en dos sentidos; en primer lugar, despenalizar conductas que hasta entonces eran delitos. Para que eso ocurra se exige una nueva escala de valores, la que comporta el paso de una dictadura a una democracia. Por ejemplo, en España el ‘adulterio’ y el ‘amancebamiento’, que es como se les llamaba entonces a las parejas de hecho (que manda narices) dejan de ser delitos con ese paso. Esta vía se descarta para esta situación porque la malversación, por ejemplo, no va a dejar de ser delito, puede modificarse, pero no desaparece, sigue siendo un delito muy grave, por cierto.

 

La segunda vía de la amnistía es aquella que se refiere a delitos que permanecen tipificados, pero nunca hace tabla rasa de todo el pasado sino de aquellos que se cometieron en defensa de los principios y valores del nuevo sistema político democrático. De ahí viene que la inmensa mayoría de los amnistiados en la transición española lo fueran por el delito de asociación ilícita, que era un delito político, pero la malversación y la sedición no son ideologías políticas. Y lo voy a repetir porque es seguramente lo que nunca acaban de pillar, la malversación y la sedición no son ideologías políticas.

 

En definitiva, aceptar la aprobación de la amnistía supondría aceptar que, hasta dicha aprobación, España ha sido una dictadura, y eso no se lo traga nadie. Todas las democracias del mundo en occidente reconocen a España como un igual, con sus defectos y sus virtudes, pero como un igual.

 

Era plenamente consciente, y lo decía anteriormente, que esto que acabo de explicar a ustedes les da completamente igual. Ustedes pueden seguir diciendo que son Napoleón Bonaparte o Elvis Presley y asumo que hay una parte de la sociedad catalana que está dispuesta a seguir creyendo que ustedes son Napoleón Bonaparte o Elvis Presley, pero, aunque Elvis siga vivo es evidente que no es ninguno de ustedes.

 

Nadie en la comunidad internacional va a aceptar que en España hay presos políticos ni represión ni que somos una dictadura. Y, por lo tanto, en la medida que España no es una dictadura no cabe amnistía alguna.

 

Y hasta aquí llega mi argumentación con el sincero deseo de no haberles fundido el cerebro con la misma, les deseo también de manera muy sincera, una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.