Intervención de Alejandro Fernández en la Convención Nacional del PP en Valencia

Estamos celebrando la convención nacional del partido, una convención presidida por la ilusión y la convicción que de aquí vamos a salir con un proyecto ganador para España, que vamos a ser capaces de ofrecer una alternativa, que lo vamos a hacer de la mano de Pablo Casado que concitará el apoyo mayoritario de la sociedad española.

Y precisamente por esa convicción, por ese optimismo puedo entender perfectamente que el denominado asunto catalán preocupe a mucha gente. Es lógico, no tanto por el partido en sí mismo, si no por la misión que tenemos encomendada, la nuestra no es una misión cualquiera, somos, nada más y nada menos que, los depositarios de una responsabilidad única que es garantizar los derechos y libertades de todos los catalanes, independientemente de cómo piensen.

En este sentido, quería empezar trasladando un mensaje de optimismo y de esperanza. En este nuevo ciclo político que se abre el Partido Popular de Cataluña va a crecer como en el resto de España, pero voy un poquito más allá, y me atrevo a decir que nuestro espíritu de partido, es especialmente indestructible especialmente en Cataluña por paradójico que parezca, y voy a intentar explicarlo respondiendo a la pregunta que se ha planteado esta mañana.

¿Por qué nos afiliamos al Partido Popular? Yo me afilié al Partido Popular de Cataluña en el verano de 1994 con 18 años recién cumplidos. Puedo aseguraros que por aquel entonces si tu objetivo era medrar en la vida no te hacías del PP en Cataluña ni loco, te hacías convergente. Había razones de peso para tomar esa decisión, si aspirabas a un cargo público, Convergencia lo ibas a conseguir inmediatamente, les sobraban a miles. Si te hacías del PP en 1994, las posibilidades de tener un cargo público eran, como en el chiste, una o ninguna.

Igual pasaba si te hacías convergente, inmediatamente pasabas a formar parte del ‘establishment’ catalán, de la gente socialmente aceptada. Pero no solo eso, también en Madrid te podían dar mimitos en nombre del mito ese del nacionalista catalán moderado que tanto se llevaba. En cambio si te hacías del PP catalán, no solo pasabas a formar parte del listado de parias en tu propia tierra, sino que fuera de Cataluña las cosas no eran especialmente sencillas. Si hacías un acto en catalán que mejor en castellano, si lo hacías en castellano que mejor en catalán, si moderabas el discurso que por qué no lo endurecías y si lo endurecías que por qué no lo moderabas, en fin, que todo son ventajas.

Pero a pesar de este maravilloso escenario, ahí estamos. Y la pregunta es ¿por qué? Porque si viniera un observador externo o si aterrizara en Cataluña un marciano y nos observara se preguntaría que impulso masoquista lleva a esta buena gente a participar en el proyecto del PP catalán con semejante panorama. Es que no es masoquismo, todo lo contrario, es una pulsión profunda, sincera, emocionante, que va mucho más allá de prevendas o de cálculos personales. Es una pasión irrefrenable que se resume en dos palabras: España y libertad.

España y libertad consagran nuestra vocación política y nos permiten superar cualquier adversidad por difícil que esta sea y os puedo asegurar que las que vivimos son muy difíciles. España y libertad son las palabras mágicas que nos recuerdan lo maravillosa que puede ser nuestra tierra, Cataluña, cuando hacemos las cosas juntos.

En definitiva, España y libertad es la razón fundamental por la que nos metimos en política y es la razón por la cual nuestros compañeros, vuestros compañeros, y yo mismo, vamos a seguir defendiendo esas dos palabras en el Parlament o donde sea hasta que se congele el infierno.

¡Viva la libertad, visca Cataluña y viva España!